lunes, octubre 15, 2007

Reflexiones: El arbol de los problemas

Nos pasamos la vida trabajando duro, enfrentándonos a dificultades para lograr sacar nuestras profesiones adelante, y en esas horas surgen diariamente muchos problemas a los que debemos dedicarnos para solucionar, sin embargo cuando regresamos a casa, muchas veces esos problemas aun no han desaparecido y nos acompañan penetrando en la vida familiar y devorando esos momentos de paz y tranquilidad que dedicamos a nuestras familias.

Esta vieja historia me gusta porque refleja esta situación, y nos hace reflexionar sobre la necesidad que tienen nuestras familias de poder disfrutar de nuestras sonrisas, de nuestro cariño y de nuestra mejor actitud, y nosotros no tenemos derecho a robarles ni un solo minuto de esa felicidad.




El árbol de los problemas

Contraté a un carpintero para ayudarme a reparar una vieja granja y acababa de finalizar un duro primer día de trabajo después de que su cortadora eléctrica se hubiera dañado haciéndole perder una hora de trabajo y ahora su antiguo camión se negaba a arrancar.

Mientras lo llevaba a casa, se sentó en silencio. Una vez que llegamos, me invito a conocer a su familia.

Bajamos del camión y mientras nos dirigíamos a la puerta hizo algo que me llamó la atención pero que no pude comprender, se detuvo brevemente frente a un pequeño árbol y tocó las puntas de las ramas con ambas manos.

Cuando se abrió la puerta de su casa, ocurrió una sorprendente transformación y su bronceada cara estaba plena de sonrisas. Abrazó a sus dos pequeños hijos y le dio un beso a su esposa.

Posteriormente me acompañó hasta el carro, y cuando pasamos cerca del árbol, sentí curiosidad y le pregunté acerca de lo que lo había visto hacer un rato antes.

¡Ah! Ese es mi árbol de los problemas. – contestó - Se que yo no puedo evitar tener problemas en el trabajo, pero una cosa es segura: los problemas no pertenecen a la
casa, ni a mi esposa, ni a mis hijos, así que simplemente los cuelgo en el árbol cada noche cuando llego a casa y no pienso en ellos hasta por la mañana del día siguiente en que los recojo otra vez.

Y continuó sonriendo: Lo divertido es que cuando salgo en la mañana a recogerlos, siempre hay menos que los que colgué la noche anterior.


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