jueves, agosto 14, 2008

Frase de motivación: ¡Cuidado con las serpientes!

Una de las cosas que aprendemos con mucha claridad, a nuestro pesar, es que en el mundo existe maldad, gente mala. Lo más lamentable es cuando somos víctimas inocentes de ello, cuando recibimos antipatía y odio de los demás, simplemente porque sí, cuando no nos lo esperamos.
Sería tan diferente la vida si pudiéramos romper esa cadena, aprender desde pequeños que a controlar nuestros instintos negativos, si desde pequeños aprendiéramos a amar en lugar de odiar.
Pero bueno, las cosas son así, y tenemos que aprender a lidiar con ello, para no trasmitir el dolor que nos causen, a otras personas, para no dejar que nos amarguen el día. Acostumbrarnos, digo, sin querer parecer conformista, porque mientras más nos acercamos a nuestra felicidad, más envidias y antipatía despertamos en ese tipo de personas, en esas personas que practican con frecuencia la maldad. Cuenta la leyenda que una vez una serpiente empezó a perseguir a una luciérnaga. Ésta huía rápido, con miedo de la feroz predadora y la serpiente al mismo tiempo no desistía.
Huyó un día, dos días… y al tercer día ya sin fuerzas, la luciérnaga paró y le dijo a la serpiente:
-¿Puedo hacerte tres preguntas?
-No acostumbro hacer esto con nadie pero como te voy a devorar, puedes preguntar, contestó la serpiente.
-¿Pertenezco a tu cadena alimenticia?
-No, contestó la serpiente.
-¿Yo te hice algún mal?
-No, volvió a responder la serpiente.
-Entonces, ¿por qué quieres acabar conmigo?
-¡Porque no soporto verte brillar!
Debes ser fuerte, porque te va a pasar como a la luciérnaga, la irracionalidad y temores de algunos te harán blanco de sus agravios, de sus fastidios. Algunos detestan vernos felices, lamentablemente.
Cuando me ha pasado, me ha servido tratar de pensar qué hecho trascendente en la vida de aquellas personas, las convirtió en lo que son, les impidió ver el camino correcto a su felicidad. Me ha servido restarle importancia a los agravios, mostrarme por encima de su bronca, o de su rencor, y tener los ojos bien abiertos para encontrar los puentes, el punto que me permita acercarme a ellos y tratar de convertir su antipatía por mí, en simpatía.
No siempre se puede, lamentablemente, en esos casos, simplemente dejo de escuchar sus agravios y procuro enfocarme en cosas positivas para continuar mi ardua búsqueda de la felicidad.

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